miércoles, 29 de abril de 2009

LA CRÍTICA


Sicko ***

Están locos estos americanos

Que el sistema sanitario en Estados Unidos constituye uno de los problemas más candentes del país es algo conocido por todos, a excepción de los mismos americanos. En una nación que presume de ser la más rica y poderosa del mundo en la cual sus habitantes no poseen cobertura médica, en un país cuyos servicios sanitarios alcanzan cifras astronómicas pero no ofrecen asistencia sanitaria a todos los habitantes, y en definitiva en un lugar que se autoproclama de ensueño pero que falla en lo más básico, sin que ningún presidente desde Nixon haya intentado poner fin a la crisis, algo va mal.

Michael Moore, azote de las grandes compañías y algún que otro político que ha dejado en entredicho al país, lo sabe, y así lo explota en su nueva película. “Sicko” recoge, al igual que las aclamadas “Bowling for Columbine” y “Fahrenheit 9/11” todos los tópicos que en el extranjero conocemos de sobra acerca de los americanos, pero que ellos mismos parecen no ver, convencidos de su propia supremacía sobre el resto de la humanidad, y los ridiculiza hasta el límite. Ya sea para criticar los intereses económicos de un presidente reelegido en dos ocasiones por asegurar que protegería a los habitantes de la inexistente amenaza externa o para hablar de la afición a las armas y el espíritu violento de una sociedad constituida en sus mismas raíces con sangre, lo que queda nuevamente demostrado tras ver “Sicko” es algo que ya sabemos los de fuera: los americanos están locos. Y Moore, a pesar de parecer muy cuerdo en sus documentales frente a la gente que insiste en atacar, está tan loco como el resto de sus vecinos.

El nuevo documental de Moore tiene lo mejor y lo peor de obras anteriores. Es capaz de relatar un tema tan serio con mucho humor, erigiéndose su cine como posible precursor de ese nuevo género documental cómico estilo “Super Size Me”, al que también ayuda un poderoso montaje, que no llega no obstante a la magnificencia de la genial “Inside Deep Throat (Dentro de Garganta Profunda)”. Por “Sicko” circulan la glorificación de una dama, la señora Clinton –pero no olvidemos que es americana como los demás, por muy cuerda que parezca-; una visita polémica a Guantánamo, donde los presos reciben mejor asistencia que ningún americano; incluso una comparación entre los sistemas sanitarios americano y cubano, pionero donde los haya, a pesar de sus escasos recursos. Moore visita Europa, analiza la raíz del problema y arremete contra las grandes compañías farmacéuticas, todo con ese particular sentido del humor que le ha convertido en referente para el documental de éxito. Hasta se atreve con un guiño impagable a “Star Wars”, lo más cómico sin duda de la película.
Pero insisto, Moore no deja de ser americano, y tiene defectos como todos. No me meteré con su vena patriótica ni sus serios indicios de locura transitoria, los cuales padecen el resto de yanquis, sino con sus ansias manipuladoras. Si de algo adolecían sus trabajos anteriores es de su manía por resultar trascendente, por esa figura del bocazas que realmente es y al que le gusta polemizar con el pueblo de su lado, como esas visitas que realiza con las víctimas a una gran cadena de almacenes para que retiraran la munición de sus estanterías en “Bowling for Columbine”. Moore monta un reality show cuando encuentra un hueco. Lo hizo en su anterior film y lo ha vuelto a hacer.
Un servidor, que ya no traga esos intentos maniqueístas de meterse al público en el bolsillo, ha visto cómo su último trabajo, que debía ser genial, acaba siendo uno de esos programas estilo “El diario de Patricia” en el que la música sube convenientemente para dramatizar los testimonios de las víctimas. No olvidaré la caracterización de Trey Parker y Matt Stone sobre el director en “Team America”: un zampabollos que se queja por todo, al que le gusta levantar polvo por donde pasa, un bocazas hipócrita sin remedio. Pero un bocazas con talento, eso no se le puede negar.


A favor: el guiño a "Star Wars"
En contra: la hipocresía del propio Moore, un bocazas manipulador sin remedio

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