lunes, 25 de enero de 2010

LA CRÍTICA


En tierra hostil ***
(The Hurt Locker)

Adictos a la guerra

“La furia de la batalla es a menudo una potente y letal adicción, para la guerra es una droga”. Que En tierra hostil comience con estas palabras del corresponsal de guerra estadounidense Chris Hedges no es mera casualidad. La última película de Kathryn Bigelow analiza un conflicto tan manido como la guerra de Irak y nos extrae una conclusión que remite directamente a la obra de Hedges: la guerra, además de corromper la memoria colectiva e individual, acaba transformándose en una droga para todos aquellos que toman parte activa en ella.



Como si de un reportaje televisivo se tratara, En tierra hostil no realiza ninguna concesión al dramatismo gratuito, al discurso megalómano ni a las lecturas entre líneas hacia la política o los devastadores efectos secundarios de toda guerra. Y lo más sorprendente, no abusa de grandes secuencias de acción, algo increíble teniendo en cuenta que Bigelow es una curtida directora de este género. Lo que nos presenta la realizadora es una historia de bajo presupuesto, de ahí que se beneficie del formato documental en que está rodada y que le da una enorme sensación de realismo, sin cruzar la peligrosa línea de la moraleja socio-política que ya transitan otras cintas del género.


El mayor mérito de Bigelow durante dos horas, y no es poco, es el de transmitir la misma tensión que viven esos desactivadores de bombas a los que retrata en su trabajo diario durante 38 días, los que restan para que vuelva el equipo de relevo. Pero el mayor interés se recoge en esas secuencias que plasman su estresante día a día. En medio hay unas escenas que hacen que el ritmo decaiga, que convierten a En tierra hostil en un filme irregular en su desarrollo pero necesario como alegato anti-belicista, con unos personajes no demasiado bien dibujados. Tan sólo uno, el protagonista, se encuentra bien trazado, reforzado gracias a la convincente interpretación de Jeremy Renner. Su personaje es el que realmente da sentido a la frase de Hedges: un drogadicto de las emociones fuertes, de la adrenalina que desprende en cada turno, en el cual solo juega con una moneda de dos caras, vida o muerte, y que guarda los dispositivos que podrían haberle arrebatado la vida.



Su destino se adivina al poco de empezar la película. El final de este aterrador y vibrante relato es lógico y previsible, pero era el único que podía ofrecer. Por el camino destila el mismo sentimiento fascista del género bélico americano, ese que impide mostrar al enemigo como algo más que un simple verdugo, pero en este caso eso se vuelve un problema menor. Para el recuerdo dos secuencias crudas, la del cadáver y el hombre bomba, en medio de una película necesaria pero que toca un tema, el de la guerra de Irak, que podría parecer a más de uno ya demasiado manoseado por el séptimo arte. Aún así, un filme más que recomendable para aquellos que busquen cierta visión de la contienda alejada de las que nos tienen acostumbrados.

A favor: el realismo de sus imágenes y lo bien que sabe mantener la tensión
En contra: su ritmo irregular

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