sábado, 22 de octubre de 2011

LA CRÍTICA: Mientras duermes

El quimérico conserje

Ya han pasado doce años desde que Jaume Balagueró debutara con “Los sin nombre”, y analizando cómo ha ido su carrera desde entonces, es innegable que ha madurado. Con “Mientras duermes” firma la que quizá sea su composición mejor orquestada, que no la mejor, con la seguridad y la confianza que da toda una vida dedicada a un género. Mucho se ha dicho acerca de que ésta es su película más madura. Yo no iría tan lejos teniendo en cuenta que hablamos de un realizador que con su debut, “Darkness” y “Frágiles”, pese a sus limitaciones, rozó la categoría de autor serio más que de artesano encorsetado en los parámetros del terror. Lo que sí es cierto es que demuestra que es capaz de hacer suyo un guión ajeno, aunando las facetas de artesano y autor, y que éste es precisamente su trabajo más juguetón, el más cargado de maldad –mucho más que las dos desbocadas entregas de “[·REC]”-.


Lo que ofrece “Mientras duermes” es un malévolo cuento de horror sobre la felicidad. Su protagonista es César, el portero de un viejo edificio que cada día se levanta a las cinco, como un reloj, y recibe con una sonrisa a sus vecinos. Todo es amabilidad y aparente felicidad, hasta que César muestra su verdadera cara. Tras su apariencia de buen y servicial conserje esconde un ser incapaz de ser feliz, tanto que solamente logra una pizca de felicidad consiguiendo que sus inquilinos no lo sean.


César es como el quimérico inquilino polanskiano, pero esta vez obsesionado con las vidas de todos sus vecinos. Con la obra del maestro mantiene en común también ese pintoresco microcosmos que se mueve alrededor del protagonista y cómo se relaciona éste con él. Con la anciana solitaria y sus perros, con los de la limpieza, con la listilla niña del edificio, y sobre todo con Clara, su gran reto, una persona llena de un inquebrantable optimismo a la que hay que hundir. César es, en definitiva, el eje central de la historia, uno de los villanos mejor trazados de la historia del cine reciente, al que Balagueró sabe dotar del suficiente carisma y complejidad como para que simpaticemos con él y nos convirtamos en testigos juguetones de sus crueles travesuras.


Ayuda, sobra casi decirlo, un gran actor como Luis Tosar, el único intérprete capaz de dotar de cierta “humanidad” al protagonista, uno de esos actores que parece que nunca dejará de sorprendernos. Junto a él un acertadísimo cast con la deliciosa Marta Etura, un fugaz pero más que convincente Alberto San Juan, la pequeña y repelente Iris Almeida, y secundarios como Pep Tosar o Carlos Lasarte a los que un servidor echaba de menos en el cine del director.


Balagueró imprime la atmósfera correcta en cada plano para pasar del afable relato inicial, tan cotidiano y alegre que casi se nos puede atragantar, al oscuro retrato in crescendo que nos sirve a continuación, una nueva muestra de su madurez tras la cámara. Una historia para nada libre de malicia que debería ponernos alerta. Tras las cómodas paredes que nos rodean en nuestros hogares, nunca podremos estar seguros de que no haya alguien vigilando. Alguien que conoce todo sobre nuestras vidas, y que está dispuesto a utilizarlo en nuestra contra. Alguien que incluso nos vigila mientras dormimos. Estremecedor, ¿verdad?

A favor: Luis Tosar, y su escondida dosis de malicia juguetona
En contra: no ver precisamente su parte juguetona, y esperar de ella un thriller de suspense al uso, incluso una de terror

Valoración: ****

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