martes, 19 de agosto de 2014

LA CRÍTICA. Sharknado: The Second One

Mejor a veces es peor

“Sharknado” no era más especial que ninguna otra de las propuestas con la que nos asaltaba periódicamente la productora The Asylum, experta en lanzar subproductos de serie B en televisión y en copias ideas de otros, como “Transmorphers” o “Mega Piranha”. Si me denuncian es indiferente, las ganancias son tan altas que puedo permitirme las querellas. Y pese a que no existía apenas diferencia con otros títulos del canal SyFy, lo cierto es que su éxito fue tan mayúsculo que solamente puede atribuírsele al boca a boca y a la excelente campaña mediática que la acompañaba. ¿Una peli de tiburones voladores por obra y gracia de un tornado, igual de voraces y peligrosos en su caída? Eso tengo que verlo, y de hecho esto fue lo que me motivó a verla el verano pasado. ¿Era una buena película? Por supuesto que no, pero tenía tal concepto despreocupado de lo que debe ser la producción cinematográfica que era hasta divertido contar sus innumerables errores de continuidad, su pésimo guión, la poca gracia de sus actores y sus horribles efectos especiales. Pero, sobre todo, era un producto entretenidísimo, más incluso que otros que llegan del otro lado del charco con mayor despliegue de medios.


La secuela era inevitable, y lo más difícil de “Sharknado: The Second One” es cómo juzgarla. Es a la vez peor y mejor que su predecesora. Mejor porque su producción está ligeramente más cuidada, ya no hay tantos errores de racord, su protagonista Ian Ziering ha asumido su rol con mayor convicción –atención a la escena durante los créditos a lo “Los Vengadores”-, atesora un par de homenajes cinematográficos bastante cachondos –desde “Aterriza como puedas” hasta su particular versión de “Cómo entrenar a tu dragón”- y, dado su boom mediático, ha podido contar con unos pocos cameos bastante resultones que evidencian a su vez su mayor holgura de presupuesto.

Pero a la vez, todos estos detalles positivos la hacen ser peor película que la anterior. Porque lo que uno espera de una secuela de “Sharknado” es que mantenga el mismo espíritu cutre, no que tire de amiguetes famosos que quieren ser devorados ante la cámara ni que intente simular que está mejor hecha. Y, especialmente, lo que se habría agradecido es que Anthony C. Ferrante hubiera explotado la idea original hasta límites insospechados, que hubiese tirado la casa por la ventana en cuanto a vísceras, a guión putrefacto y situaciones descacharrantes. No es el caso. “Sharknado: The Second One” se limita a repetir los esquemas de la primera, pero cambiando de escenario y añadiendo subtramas. No hay más sangre, ni más humor, ni despunta por llevar su propuesta al extremo más allá de lo que se espera de ella. Se limita a cumplir, y ni siquiera hay más escenas con tiburones. Diría que hay incluso menos.


Y he aquí la paradoja de la propuesta. No dar al espectador lo que espera –en mi caso, que de mayor diversión que la anterior- es precisamente lo que supone el espíritu del primer “Sharknado”. Es tan mala que no se preocupa por sorprender y por ser mínimamente original –tiene incluso el previsible recurso del miembro amputado al que agregar un arma-. Esperar algo más de ella es un error si hablamos de una productora como The Asylum, una maestra en los platos rápidos precocinados. Es tan mala que no puede ser buena. Y es tan horrible que no se le puede pedir más. Pobre iluso fui al pensar que podrían ofrecerme algo diferente.

A favor: el homenaje inicial a “Aterriza como puedas”, quizá
En contra: que trate de ser mejor de lo que debería ser, y esperar de ella algo más

Calificación *

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