martes, 24 de febrero de 2015

LA CRÍTICA. La mujer de negro 2: El Ángel de la Muerte

Una contraindicada casa del terror
Con “La mujer de negro” nos encontrábamos ante una propuesta de género que rebosaba estilo en cada fotograma. Su ritmo, la historia que contaba, ese aspecto de cuento gótico de terror en el que la fotografía, el vestuario y la dirección artística rememoraban la estética de los filmes de la Hammer de los 50, y sobre todo una capacidad encomiable para generar tensión casi desde la primera escena. En ella todo funcionaba como un reloj de precisión para intimidar como mínimo al espectador, hasta culminar en un tramo final en el que el espectador se sentía como inmenso en una enorme casa del terror capaz de hacer vomitar el corazón por la boca gracias a lo bien que manejaba los mecanismos del terror.

Podrían haber parido una secuela al menos potable, que fuera digna sucesora de la original. Pero esta nueva entrega tiene tanto de interesante y coherente como el subtítulo con el que ha llegado a las salas. Ya, para empezar, su guión no se preocupa por ofrecer una vuelta de tuerca lógica, sino que se limita a dar más de lo mismo, pero sin ningún tipo de chicha. Tenemos mismo escenario, como si hubieran reutilizado los recursos de su predecesora, misma historia de fondo con ciertas variaciones para dar la sensación de que hay trabajo de guión detrás, y prácticamente la misma trama con distintos personajes. Aquí ya no tenemos el acertado semblante fantasmagórico de Daniel Radcliffe, sino a la sosainas y poco creíble Phoebe Fox como una institutriz que se muda a la casa con unos huérfanos víctimas de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, un poco de “El orfanato” y “El espinazo del diablo”, pero enmarcados de nuevo en el argumento que ya explotara la primera entrega.


Pero lo peor de “La mujer de negro 2: El Ángel de la Muerte” es la dirección de Tom Harper, cuyos comienzos catódicos se notan, y no para bien. Porque de la lujosa ambientación de época de la anterior pasamos a una realización puramente televisiva, como si estuviéramos ante un episodio piloto doble de una serie que nunca llegó a cuajar, como si de un episodio de “American Horror Story” se tratase, pero sin el descaro y la habilidad de la serie de Ryan Murphy para moldear a su gusto los distintos géneros que toca.


Lo que resulta son noventa angustiosos minutos que no ofrecen ni tensión ni despiertan el interés, y que incluso repiten o bien los solventes sustos del trabajo de James Watkins, o los que ya hemos visto en un sinfín de cintas similares. Una película contraindicada para aquellos que disfrutaran con aquella decente casa del terror. Y para los que la detestaran, claro está. Aunque al lado de la que nos ocupa, aquélla ya no resulta simplemente decente, sino una absoluta obra maestra.

A favor: nada
En contra: todo, especialmente su realización televisiva

Calificación *

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