jueves, 24 de diciembre de 2015

LA CRÍTICA. Sicario

Contra el imperio de la droga
Los sicarios ya eran, en el siglo I, asesinos enviados por los zelotes para dar caza a los romanos que invadían su patria. El término ha llegado a nuestros días, y en México la palabra hace alusión a los asesinos a sueldo. “Sicario” hace honor a su propio título en la figura de esos cazadores de hombres que buscan restaurar el equilibrio y, de paso, rendir cuentas con un pasado que es imposible no llevar a cuestas como pesado equipaje de mano.

La película retrata, una vez más, la lucha sin cuartel de las grandes agencias contra el imperio de la droga, una guerra sin fin en la que es imposible acabar con el poder de reproducción del enemigo. Cuando eliminas de la ecuación al jefe, otro es colocado en su lugar. A fin de cuentas, lo que vemos en este film ya lo hemos visto antes. Por sus fotogramas pulula el recuerdo de “French Connection”, de “La noche más oscura”, de “Traffic”.

Sin embargo, el plato es servido de una manera casi novedosa. Porque tras la cámara se encuentra todo un autor como Denis Villeneuve. Un director con potencia audiovisual, un auténtico francotirador de la imagen que sabe perfectamente cómo perturbar e inquietar al espectador. Ya en la escena inicial, el canadiense deja claro que ésta es su película, y que no va a soltar al público en ningún momento. Esos planos aéreos, esa música de Jóhan Jóhansson que martilla nuestros tímpanos constantemente, la angustiosa fotografía del gran Roger Deakins, un guión tan hermético que no hace concesiones a una platea que debe estar bien atento a la trama sin perder ni un solo detalle si no quiere quedarse por el camino.


Y pese a ser puro Villeneuve, estamos ante la que posiblemente sea su cinta más convencional, la más anclada a los parámetros de la gran industria. Al director se le prefiere en obras más pequeñas y personales, como “Incendies” o “Enemy”, antes que con productos de mayor envergadura como el que nos ocupa o “Prisoners”. Pero poco importa si, incluso entrando en las grandes ligas, sigue manteniendo su toque personal, si es capaz de hacer que un gran Benicio del Toro, cuyo personaje reboza matices sin un desarrollo masticado y servido en bandeja de plata, ensombrezca a la aparente protagonista de la función, una convincente Emily Blunt, utilizada como mero McGuffin de este tenso relato de asesinos en busca de redención, que siguen la máxima de “el fin justifica los medios”.


A favor: la dirección de Villeneuve y Benicio del Toro
En contra: la historia ya la hemos visto antes, y que estamos ante el trabajo más convencional del director

Calificación ****
No se la pierda

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