sábado, 19 de diciembre de 2015

LA CRÍTICA. Star Wars: El despertar de la Fuerza

La fórmula del refrito
J.J. Abrams. Un genio deudor de esos encantadores blockbusters ochenteros, un rescatador de franquicias por derecho propio, capaz de vender siempre lo mismo pero otorgándole al conjunto una magia que lo hace parecer distinto a cualquier cosa vista con anterioridad. Son apelativos que, para quien esto escribe, se ha ganado a pulso a base de joyas de pura nostalgia spielbergiana como “Super 8”, o de revitalizar sagas caídas en el exceso y el ostracismo autorreferencial como “Mission: Impossible” o “Star Trek”.

Con su llegada a la franquicia galáctica por excelencia lo tenía bastante fácil. En primer lugar porque “Star Wars” no necesita ser rescatada, porque pese a las historias secundarias y alternativas que lo pueblan, y su denostada trilogía previa, el universo creado por George Lucas es tan rico que no conoce fin. Y en segundo lugar, porque jugar con la nostalgia del espectador es sumamente sencillo en este caso. Basta con que aparezca una nave o un sable láser de sobra conocidos para que la platea aplauda a rabiar. Si a eso se le une la capacidad que tiene Abrams para el espectáculo sin descanso, ya deberíamos tener una cinta que se meta al público y a la crítica en el bolsillo.


Y sin embargo, la fórmula que anteriormente le ha funcionado al director, aquí no acaba de cuajar. “Star Wars: El despertar de la Fuerza” es, por supuesto, un título dinámico en su desarrollo, entretenido y ameno, excelentemente dirigido por un gran artesano, pero que falla en lo más básico, el guión. Y esto sorprende si tenemos en cuenta que tras él está el mismísimo Lawrence Kasdan, y que Abrams le ayuda en la tarea. Atesora tal cantidad de inconsistencias argumentales –la premisa de la que parte se acaba diluyendo, hay tramas y personajes que están por estar y desaparecen y reaparecen porque sí-, de unos personajes protagonistas no demasiado dotados del suficiente carisma y de un pasado no del todo bien desarrollado –ay, esos John Boyega y Oscar Isaac-, momentos forzados y metidos con calzador –la aparición en escena de Han Solo-, y un tufillo Disney de lo más palpable en su humor. Porque aunque no aparezca el logo de la casa del ratón, el aroma a cine Disney está presente en las miradas, en algunos chascarrillos. Ese tufillo todo lo rodea y lo penetra, y mantiene unida a la película.


Pero sobre todo está esa sensación permanente de déjà vu, de haber visto esto antes. “Star Wars: El despertar de la Fuerza” recupera el estilo de la trilogía original, mantiene ese encanto de space opera que la caracterizaba, pero a base de copiar los esquemas de aquélla. Abrams lleva su fórmula de reciclaje más allá de la velocidad de la luz, y lo que le queda es un refrito de las tres primeras películas, con personajes desaprovechados y una propensión a quedar bien por parte de su realizador con los fans, que saldrán encantados de la sala tras ver cómo sus personajes favoritos desfilan de nuevo ante sus ojos –aunque en algunos casos resulte decepcionante su participación en la trama-, tras ver cómo hace uso de una artesanía que no acaba de quedar del todo bien cuando también introduces personajes digitales, y tras quedar embargados por la emoción de la fanfarria habitual de un John Williams eficiente, pero nada memorable. Pero aún así, para pasar un muy buen rato en la sala de cine. Ahora bien, no es ni siquiera mejor que los episodios II y III.

A favor: que entretiene, y la esencia de la trilogía original
En contra: no deja de ser un refrito de dicha trilogía, y un guión bastante deficiente

Calificación ***
Merece la pena

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