viernes, 10 de febrero de 2017

LA CRÍTICA. Moonlight

Little. Chiron. Black
Vamos a admitirlo. Sin tapujos. Vivimos en un mundo cargado de odio, de ira y desconfianza hacia lo que se nos ha impuesto moralmente como “normal”. Y convivimos con ese odio cada día. El que nos inculcan en nuestro entorno, ése en el que homofobia, sexismo o racismo se dan peligrosamente la mano. Ése en el que las palabras “marica” o “negro” son usadas como adjetivos descalificativos.

Barry Jenkins juega hábilmente a intercambiar los roles que muchos de manera inconsciente tenemos ya preestablecidos en nuestras mentes, centrando parte de la acción en la Miami afroamericana de los 80, en una época y un lugar en los que no conjuga nada bien el hecho de ser negro y homosexual. Y el pequeño Chiron vive en ese mundo. Un mundo que, no obstante, no dista en espacio ni en tiempo de ninguna otra región del planeta.

Porque pese a que estamos ante una de las cintas más valientes del año, precisamente por azotar nuestras consciencias con una a priori imposible subversión de estereotipos, su discurso no deja de ser extrapolable a otros momentos y lugares. Y es ahí donde su mensaje sobre la búsqueda de la identidad personal en ambientes no demasiado propicios para ello cobra su mayor fuerza, y es esto lo que posiblemente le haya valido el título de ser una de las mejores propuestas del pasado año.


En lo estrictamente cinematográfico, nada se le puede reprochar a Jenkins. Su trabajo está muy bien hecho. Excelente fotografía, muy buena banda sonora, y un reparto en estado de gracia, donde destacan quizá las tres versiones temporales del personaje protagonista, y no aquellos que finalmente han logrado su nominación al Oscar. En lo meramente conceptual y narrativo es donde su película se resiente. Para quien esto escribe, la fuerza de su relato va en caída libre conforme avanza cada uno de los tres segmentos en los que se divide. Fascina cómo se presenta la problemática del film en la versión del pequeño Chiron, pero esa fascinación se atenúa cuando la temática se desarrolla en su etapa adolescente, y acaba perdiéndose en ese “positivo” acto final cuyo avance es lógico para la historia que cuenta, pero que implica un cambio tonal demasiado acuciado que rompe la estructura natural de la narración.


Pero tampoco es que esto empañe demasiado a “Moonlight”. Simplemente, en conjunto, encaja dentro de la media de títulos nominados al Oscar este año, la cual tampoco es que sea demasiado elevada. Sin embargo, lo que es remarcable en ella no es tanto el hecho de que parezca una mezcla afroamericana entre “Boyhood” y “Brokeback Mountain” en versión afroamericana, sino que rompe tabúes en una sociedad que lo necesita con urgencia. Da igual que estemos en pleno siglo XXI. Nada nos diferencia aún de esa Florida de hace treinta años. El marica sigue siendo marica, y el negro sigue siendo negro. Y el pequeño Chiron, aunque ahora sea Black, seguirá siendo el pequeño Chiron, y seguirá atrapado en el tiempo.

A favor: la fotografía, la dirección, la banda sonora y el reparto, y cómo juega a subvertir los roles preestablecidos
En contra: que el relato pierda fuerza e interés conforme avance

Calificación ***1/2
Merece mucho la pena

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