lunes, 13 de febrero de 2017

LA CRÍTICA. Múltiple (Split)

Juguetes rotos

Podemos confirmarlo. Ya la estupenda e infravalorada “La visita” lo anticipaba. Pero con su nuevo trabajo podemos confirmarlo. M. Night Shyamalan, el contador de historias, el del sentido del humor marciano, el creador de atmósferas y situaciones que bordean lo inverosímil y lo fascinante, ha vuelto. “Split” es la confirmación que necesitábamos. La vuelta de un cineasta clave en el género fantástico del nuevo siglo.

Con ella, el cineasta de origen indio nos brinda a su particular Norman Bates –los ecos del “Psicosis” de Hitchcock resuenan en más de una línea narrativa y plano-, en las 23 –más una, la más escalofriante de todas- personalidades de ese Kevin al que un descomunal James McAvoy presta aptitudes y maneras, capaz de matizar cada nueva identidad con una simple mirada o un gesto en su rostro. Un thriller psicológico que habla de las capacidades infinitas de la mente humana para hacer realidad aquello en lo que cree, bien expuesto y desarrollado, en el que posiblemente sea uno de los trabajos más concienzudos del director a nivel de guión, lo cual no es moco de pavo viniendo del responsable de joyas como “El bosque” o “El sexto sentido”.


Una vez más, lo que inquieta y sorprende de la película es la facilidad con la que Shyamalan consigue hacerte entrar en su juego y que sigas sus reglas, que te dejes llevar por su distorsionada manera de entender la ficción, y que aquello que en otras manos resultaría pasado de rosca y ridículo, aquí se torna estremecedor –el momento reptil en la pared, por ejemplo-. Pero por supuesto, exige una enorme predisposición por parte del espectador para dejarse llevar, algo que no supondrá un gran problema para los fans del realizador.


Ésa ha sido siempre el arma de doble filo de Shyamalan, un arma que en esta ocasión está más afilada que nunca. Porque esta fábula macabra sobre la lucha contra los miedos internos y las bestias personales, este tour de force entre dos juguetes rotos por circunstancias similares pero con recorridos vitales totalmente opuestos -maravillosa y magnética Anya Taylor-Joy, la antagonista perfecta para el monstruo-, es la más arriesgada y osada de su creador hasta la fecha. Y lo es por ese desenlace en el que Shyamalan se quita una espina que tiene clavada desde hace más de quince años. Lo que viene antes son casi dos horas de excusa para, como dice Kevin durante el film, dar la bienvenida a algo mayor. Su manera de decir al séptimo arte que sigue aquí, y que él es capaz de crear su propio universo cinemático. Y si es ésa su idea, bienvenida sea. Al fin y al cabo, él también es otro juguete roto. Disneyiano, para ser exactos.

A favor: James McAvoy, la confirmación de la vuelta de Shyamalan, y la osadía de su desenlace
En contra: que su osadía puede ser confundida con el ridículo

Calificación ****
No se la pierda

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